27 septiembre, 2011

MOSAICO DE PALABRAS

“As palabras que me eram caras o sâo ainda;

continuo sempre submetido ao seu poder;

Sua encantaçâo murmurada ou sonora

Sabe sempre comover. Me da mesma maneira

(Léo Larguier, Meus vinte anos e eu)


Me preocupa la palabra por una motivación profundamente vital. Me preocupa porque me he dado cuenta de su poder fabuloso, y en cierto modo misterioso, contenido en esas leves celdillas sonoras de la palabra. Porque las palabras, las más grandes y significativas, encierran en sí una fuerza de expansión, una potencia irradiadora, de mayor alcance que la fuerza física incluso en la bomba, en la granada. Las palabras poseen doble potencia: una letal y la otra vivificante. Un secreto poder de muerte, parejo con otro poder de vida; que contienen, inseparables, dos realidades contrarias: la verdad y la mentira, y por eso ofrecen a los hombres lo mismo la ocasión de engañar que la de aclarar, igual la capacidad de confundir y extraviar que la de iluminar y encaminar. En la materia amorfa de los vocablos se libra, como todo en el vasto campo de la naturaleza humana, la lucha entre los dos principios, de Ormuz y Arimán, el del bien y el mal.
Por eso yo, como aquél escritor georgiano, las intento masticar más que un trozo de pan.


Fotografía © Carmen Rivero

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