En el
Cerro queda, un tanto solitario, un poco melancólico, y como dormido
soñando viejos esplendores, el Parque del Tulipán, testigo de la
época en que la rica burguesía y la seudoaristocracia criolla vivían vida
suntuosa que habían edificado en el barrio que todavía los
cronistas de hace 50 años llamaban “el aristocrático faubourg”.
Emilio Roig Leuchsenring.
A través de todos los tiempos los parques han jugado un lugar importante en
la vida social de las comunidades en que se hallan enclavados y, por lo
general, en todos los proyectos o diseños de arquitectura urbana estos están
contemplados, teniendo en cuenta que funcionan como pulmones de las ciudades a
la vez que sirven de lugares de recreo y esparcimiento.
Muestra de esto es que a principios de del s.XX
el Cerro, La Habana, dedicaba 11.546 metros de su espacio a parques y parkways y precisamente unos de esos parques constituye el tema que
me trae: El Parque del Tulipán.
El Parque del Tulipán está encuadrado entre las calles Vista Hermosa, Santa
Teresa, Tulipán y Concepción con una extensión de 1998.30m3. Fue construido en
lo que fuera originalmente la Plaza del Tulipán, a solicitud de varios
vecinos del Cerro en septiembre de 1866.
Pidiendo la colocación de banquetas y el establecimiento del alumbrado. El
mismo mes aprueban la solicitud en terrenos pertenecientes a la escritora
cubana René Méndez Capote.
El parque era un lugar muy agradable en cuyo
centro se encontraba una glorieta, la cual poseía una copa de la que partían
varios caminos que conducían a las aceras y a su vez delimitaban las áreas
verdes, constituidas por pequeños jardines con flores (rosales, georgina,
menocales), y grandes árboles tropicales muy coposos como ceibas, palmas,
álamos y algarrobos.
En los alrededores del parque vivían familias
acomodadas, aunque gran parte de la aristocracia cerrense habían comenzado a
emigrar hacia las nuevas barriadas de el Carmelo y el Vedado, mientras el Cerro
ya estaba siendo habitado por una población más humilde, compuesta fundamentalmente
por obreros.
La manzana de la calle Tulipán posee una
extensión que pertenecieron al Convento Santa Teresa. Cuando se parceló la
Estancia “La Grande”, la congregación religiosa cedió el terreno para usos
comunales. Fue uno de los parques más hermosos de la ciudad desde finales del s.XIX
hasta el primer cuarto del s.XX, le animaban coloridas retretas.
Hoy, lamentablemente, no queda mucho de aquél
parque original, factores objetivos como la ignorancia y el maltrato, la falta de recursos
que ha frenado el mantenimiento unido a la indiferencia y el desinterés de
autoridades, instituciones y empresas, que en diverso grado son responsables de
lo que día a día y ante los ojos de todos sufre el patrimonio local en
mutilaciones, añadidos, daños y demoliciones sin medida.